La Iglesia Católica perdió la enorme influencia que tenía en Chile tras una serie de escándalos de abusos sexuales a menores destapados en los últimos años, una herida que el papa Francisco intentó pero no logró sanar por completo.
En enero de 2018, en lo que se suponía iba a ser una visita para reafirmar la fe en Chile, Francisco terminó por reconocer las «graves equivocaciones de valoración» sobre las denuncias de abusos sexuales contra menores por miembros de la Iglesia.
Durante un último acto masivo en la ciudad de Iquique (norte), se produjo un diálogo con una periodista que a la larga haría cambiar al pontífice de opinión respecto a lo ocurría en Chile, en especial, sobre el entonces obispo Juan Barros, sindicado como encubridor de los abusos cometidos por el influyente sacerdote Fernando Karadima.
«El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia ¿está claro?» respondió desafiante el papa a la periodista chilena Nicole Martínez, quien recuerda el «rostro desencajado» de Francisco.
Esa respuesta, que generó una ola de críticas entre grupos de víctimas, demostró «una mirada muy reducida respecto a la información sobre estos abusos y de la política de encubrimiento que habría marcado la iglesia Católica«, relató Martínez a la AFP.
Tiempo después el propio Francisco reconoció que las preguntas de la prensa lo hicieron dudar sobre la dimensión de los abusos Chile y la información que se le hacía llegar.
De ahí decidió enviar una misión especial, encabezada por el arzobispo Charles Scicluna, quien tras escuchar las denuncias de cientos de víctimas redactó un informe en el que se confirmaron los abusos y el encubrimiento por parte del clero chileno.
Francisco pidió perdón y admitió su error. Escuchó a víctimas de abuso de curas en el Vaticano y luego, en un hecho inédito y de gran significación, convocó a Roma a todos los obispos chilenos, quienes frente a él presentaron su dimisión.
De acuerdo a cifras oficiales, hasta julio de 2023 más de 340 miembros de la iglesia chilena han sido investigados por más de 300 casos de abusos sexuales, mientras que se han identificado más de 650 víctimas, de las cuales 416 eran menores al momento que se produjeron los hechos.
– Emancipación de la Iglesia –
Las denuncias de abusos sexuales vinieron a agravar la creciente desafección de la sociedad chilena con la Iglesia, que por años ostentó un gran poder, con un 80% de la población declarándose como Católica.
El sacerdote en Chile «fue una figura muy apreciada, especialmente en los sectores conservadores. La Iglesia era una especie de dique contra cualquier exceso de liberalismo«, explicó a la AFP, Ana María Stuven, académica en Historia de la Universidad Diego Portales.
Pero la crisis redujo su incidencia en temas como educación o pobreza, mientras que la confianza de la población hacia el clero pasó de 68% en 2007 a un 27% una década después. En 2024, algo se había recuperado: 39%.
La fuerte influencia había logrado que recién en 2004 Chile aprobara el divorcio, pero tuvo que pasar más de una década para instaurar el Acuerdo de Unión Civil, que legalizó en 2015 las uniones de parejas homosexuales.
Dos años después, tras una larga lucha de organizaciones feministas, se permitió el aborto en tres causales: riesgo de vida para la madre, violación e inviabilidad fetal.
«Los católicos laicos nos hemos emancipado de este poder clerical, ya no sacralizamos el poder del sacerdote, sino que entendemos la función sacerdotal de una manera mucho más limitada», afirmó Stuven.
– Karadima: el detonante –
El caso más sonado fue el del influyente cura y formador de obispos, Fernando Karadima, condenado por el Vaticano en 2011 por abuso sexual a menores cometidos cuando dirigió, entre 1980 y 2006, la parroquia de El Bosque, en uno de los barrios más acomodados de Santiago.
«Fue como abrir una caja de pandora, porque ahí no se mostró solamente el tema del abuso sexual sino también que el hombre abusaba de autoridad«, indicó Stuven.
Karadima fue expulsado del sacerdocio, pero no fue juzgado judicialmente al considerarse los denuncias prescritas. Falleció en julio de 2021. Una posterior ley declaró «imprescriptibles» los casos de abuso sexual a menores.
Juan Carlos Cruz, una de las víctimas de Karadima, fue nombrado en marzo de 2021 por Francisco como miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores.
Pero «todavía no conocemos la profundidad de la herida que se ha generado en las personas que han sido víctimas y la Iglesia aún va a tener que renunciar a gran parte del poder que han ido construyendo durante muchos años», sostuvo por su parte, José Andrés Murillo, otra de las víctimas de Karadima.
Fuente:
diariolibre.com